El Mago Chinglint´ing vivió desde siempre al norte de China, en un lugar montañoso, casi inaccesible . No se sabe si esto era así por destinos de la naturaleza o por sus artes mágicas. Como era un mago muy viejo y sabía todo lo que hay que saber, se había aburrido bastante con esto de crear cosas a partir de su voluntad con ceremonias y artes milenarios. Imaginaos, miles de años siempre disponiendo las cosas a su antojo, creando y recreando todo lo que a diario le apetecía. Además, para colmo de males, siempre había cumplido con el juramento que le hizo a su tataratataratataraabuelo, de que para ser un mago digno de ser tal,debería cumplir los diez mandamientos de la biblia de los magos y que dicen:
¡Yo no estoy loca!. Yo no estoy loca ni nunca lo estuve. Locos, realmente locos están ustedes. .. ¿Por qué me miran así? . ¿Acaso no ven que la noche ha llegado y hay que cerrar bien las puertas, dar de comer a Mimí y apagar el farol?… ¡No, no se me acerquen, no se me acerquen les digo!.
El poblado de Iporá amaneció hoy consternado con un terrible episodio que ocurrió pasadas las diecinueve horas de ayer…
Cuentan algunas personas que los primeros años del matrimonio entre Gualberto Capelucetti y María Mirta Morales, transcurrieron en total y absoluta normalidad. Con la llegada de los hijos sin embargo, las cosas cambiaron sustancialmente. A doña María Mirta se le dió por hacer huelga de brazos caídos y dejó de cocinar, después dejó de limpiar, después dejó de lavar la ropa. Don Gualberto tuvo que armarse de valor y empezar a tomarle cariño al lampazo y al trapo de piso y en sus pocos minutos libres, comenzó a leer el Crandon.
Corre la crisis del 2002 haciendo estragos por doquier. En la casa de Domínguez la situación no es mejor. Ya hace 2 meses que fue despedido de la fábrica junto a un centenar de empleados. Elenita, como llama a su mujer hace lo imposible por disponer en la mesa lo imprescindible para que su marido y sus dos hijos puedan comer. Seguir leyendo Buenas Referencias→
Estábamos en la calle de San Bernardo. Era ancha, como las de las Casas Baratas, pero en vez de acacias había enormes plataneras. Su sombra, grande y fresca, hacía agradable pasear por la acera aquel caluroso mediodía de Octubre.
El portal era amplio y oscuro, hasta parecer lúgubre. Subimos por una escalera, con peldaños de madera que crujía al pisar, con una barandilla de hierro y pasamanos de madera. Seguir leyendo El Barrio De Las Casas Baratas – Parte 3→
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