Las cuatro de la tarde de un luminoso día de Julio. El calor es sofocante. En la calle, debajo de una acacia, cuatro o cinco chiquillos con los tirachinas en la mano miran a la copa del árbol buscando entre las hojas un gorrión nuevo que pía llamando a los padres.
— Pero no, Angelito… no puede seeer… ¿Lo has pensado bien?. ¿Te parece bien la decisión que has tomado?
–Si, mamá, hace mucho que tengo ganas de irme, de irme a la mierda, y dejar todo… Ya me tiene aburrido el tata, más que aburrido, me tiene cansado hasta más no poder.
–Pero m´hijo, no digas eso, ¿ es que ya no quieres a tus padres que tanto han hecho por ti?.
Mario: Joven estudiante universitario domiciliado en Durazno. No muy alto, barba tupida que lo obliga a afeitarse seguido. Boca pequeña y nariz bien formada. Hijo de acaudalado estanciero con muchos más dólares que estudios.
Noelia: Veintiocho años, rubia de pelo casi hasta la cintura, alta y delgada. Cursó estudios primarios. Abnegada «trabajadora social» que atiende todos los reclamos de hombres solitarios que están dispuestos a colaborar económicamente con su sustento. Carece de domicilio fijo.
Arturo: Taximetrista entrado en años, con muchos años de calle. Su mayor deseo es jubilarse pronto como operario de «Taxis Wilner» para poder tener más tiempo para jugar al truco .
Carmelo, Angelito y Brígido sintieron a la madre que candil en mano los llamaba con voz destemplada. Con un camisón blanco hasta el suelo y una redesilla en la cabeza se parecía a un fantasma.
¡ Arriba, arriba, dormilones! . ¡ Hay que levantarse de una vez!. Siempre pasa lo mismo, tengo que llamarlos dos o tres veces y ustedes como si nada, como oír llover. Seguir leyendo Esperando La Mazamorra→
Fiorello Comazzi nació lejos de Rincón de Yopará, muy lejos. Sus padres lo trajeron cruzando montañas, arroyos, cañadas y hasta charcos. Cruzaron cielos de distintas patrias y se perdieron, como otros tantos que hoy se juntan a tomar unos amargos sentados en los bancos amarillos de la plaza.
Desde que era un niño su sueño era ser el policía de Rincón de Yopará. Claro que eso pasaría cuando Romualdo se jubilase, ya que por una decisión gubernamental enviada hacía mucho tiempo atrás, el pueblo solo podía tener un policía en la comisaría. Seguir leyendo Perdidos Entre Las Sierras-Habitante Nº 4: El Milico Frustrado→
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