-¿Dónde te duele, Andrés?
-¡Joder, aquí!- se señalaba el lado derecho de la tripa.
-¿Y que hacemos?
-Que vamos a hacer, ¡Pues salir a tocar!
-¡Pero como, si no puedes ponerte derecho!
-¡Venga, venga!, vamos para afuera que son las siete y la sala está hasta arriba de gente.
Las cuatro de la tarde de un luminoso día de Julio. El calor es sofocante. En la calle, debajo de una acacia, cuatro o cinco chiquillos con los tirachinas en la mano miran a la copa del árbol buscando entre las hojas un gorrión nuevo que pía llamando a los padres.
— Pero no, Angelito… no puede seeer… ¿Lo has pensado bien?. ¿Te parece bien la decisión que has tomado?
–Si, mamá, hace mucho que tengo ganas de irme, de irme a la mierda, y dejar todo… Ya me tiene aburrido el tata, más que aburrido, me tiene cansado hasta más no poder.
–Pero m´hijo, no digas eso, ¿ es que ya no quieres a tus padres que tanto han hecho por ti?.
Mario: Joven estudiante universitario domiciliado en Durazno. No muy alto, barba tupida que lo obliga a afeitarse seguido. Boca pequeña y nariz bien formada. Hijo de acaudalado estanciero con muchos más dólares que estudios.
Noelia: Veintiocho años, rubia de pelo casi hasta la cintura, alta y delgada. Cursó estudios primarios. Abnegada «trabajadora social» que atiende todos los reclamos de hombres solitarios que están dispuestos a colaborar económicamente con su sustento. Carece de domicilio fijo.
Arturo: Taximetrista entrado en años, con muchos años de calle. Su mayor deseo es jubilarse pronto como operario de «Taxis Wilner» para poder tener más tiempo para jugar al truco .
Carmelo, Angelito y Brígido sintieron a la madre que candil en mano los llamaba con voz destemplada. Con un camisón blanco hasta el suelo y una redesilla en la cabeza se parecía a un fantasma.
¡ Arriba, arriba, dormilones! . ¡ Hay que levantarse de una vez!. Siempre pasa lo mismo, tengo que llamarlos dos o tres veces y ustedes como si nada, como oír llover. Seguir leyendo Esperando La Mazamorra→
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