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El Día Libre

Jenny, espero a su mejor amiga, en un pequeño restaurante que se ubicaba, justo a un lado de la oficina gubernamental, en la que trabaja. Sentada, desde esa posición le era posible observar, las amplias ventanas de la oficina, y como era de esperarse, no era posible vislumbrar, ningún movimiento.

— Justo lo que uno esperaría ver, en una oficina de muertos, — se dijo, Jenny, mientras apretaba entre sus manos, el frasco purpura, que le había entregado su jefe, el día anterior.

— No hables así, recuerda que yo, también trabajo ahí, — dijo su mejor amiga, quien la había escuchado. — ¿Ya hablaste con tus padres? — Pregunto esta, al sentarse en una silla, justo frente a Jenny, mirando con disimulo el frasco de color purpura. — Ellos saben lo que te pidió el jefe.

— Dana, no puedo seguir pidiendo mas favores, — contesto Jenny, con las manos temblorosas, — mis padres ya tienen suficientes problemas económicos, como para agregarles uno mas.

— !No estarás pensando, beber esa cosa! — Exclamo Dana, fijándose en la botella purpura. — No puedes estar pensando, en volverte uno de ellos.

— Todos lo están haciendo, — reconoció Jenny, — mira a tu alrededor Dana, cuantas de estas personas, ya están muertas.

Dana se fijo en una multitud de personas, que aguardaban el cambio de luz en el semáforo, para cruzar al otro extremo de la calle. Ninguna de aquellas personas, llevaba comida o agua, y casi todos, tenían aquellos desagradables ojos lechosos, con una capa amarilla sobre la cornea. Dana, comprendió lo que su mejor amiga decía. En el grupo de personas que aguardaban el cambio de luz, la mayoría ya habían consumido el elixir. En pocas palabras, la mayoría eran muertos.

— Entiendo que no quieras beberlo, — dijo Jenny, — después de todo ¿quien quiere morir? — Pregunto Jenny, casi con un tono de voz burlón. — El elixir, es la respuesta del gobierno, a todos los males que experimenta el país.

— No hay ciudadanos enfermos, ni cansados, ni con hambre, — indico Dana, dirigiéndole una dura mirada a su amiga, — pero olvidas algo, Jenny, si no duermes no puedes soñar, si no comes, no podrás saborear, y si no te enfermas, no podrás hacerte mas fuerte.

— En las noticias dijeron, que el gobierno esta empezando a exportar el elixir a otros países, — comento Jenny, fijando su atención en las ventanas de la oficina en la que trabaja. — Muy pronto, el mundo entero, sera igual que este país.

Dana, pensó en debatir aquel comentario, pero incluso ella, ya se sentía cansada por el pensamiento negativo de su mejor amiga. Ambas chicas, permanecieron en silencio, y observando las grandes ventanas, por la cuales no se veía ningún movimiento. Jenny, se sobresalto, al notar una rápida sombra. Se levanto para observar mejor lo que sucedía. Su jefe, estaba muy cerca de la ventana, y alguien parecía estarlo empujando. — ¿y ahora que sucede? — Pregunto Dana, al notar el comportamiento de su amiga.

— Es que…– dudo Jenny, aún mirando a las ventanas. Su jefe ya no estaba. –…pensé ver algo…

El interior de la oficina se ilumino, y una ráfaga de fuego, hizo estallar el vidrio amplio que cubría las ventanas. El pánico inicio a los pocos segundos de la explosión. Jenny, no terminaba de comprender lo que sucedía, cuando una segunda explosión, resonó en el interior de aquella oficina. Las siluetas envueltas en llamas, corrían de un punto a otro. Jenny y Dana, fueron capaces de ver, los cuerpos en llamas de sus compañeros. Algunos de ellos saltaron al vació, estrellándose contra la carretera que pasaba a un lado del edificio.

— !Esta es la vida, que el gobierno quiere para su pueblo! — Se escucho una voz, procedente de las bocinas de seguridad, esparcidas a lo largo de esa concurrida avenida, y normalmente empleadas, para dictar instrucciones a la población en caso de una emergencia. — !Ciudadanos, no consuman el elixir, esa cosa, es la sangre del diablo, y mientras nosotros sigamos aquí, no cesaremos de atacar, a cualquier institución, que contrate los servicios de un cadáver! — Amenazo la voz. Jenny, retrocedió asustada, al ver a su jefe arrastrándose por la calle con las piernas destrozadas a causa del impacto, generado por la caída. — ¡Observa pueblo! — Exclamo la voz una vez más. — ! Esto es lo que el gobierno, quiere para ustedes!

Jenny, permaneció en el suelo, solo observando a las personas aterradas que iban de un punto a otro, buscando un lugar para ocultarse. Dana, estaba a su lado, intentando hacerla reaccionar, pero Jenny, solo era capaz de ver a su jefe avanzando hacia ella.

–… de donde viene el fuego…– dijo su jefe, y Jenny, se desmayo, al comprender que su jefe, no era capaz de sentir el fuego que lo envolvía.

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La Chica Y El Ángel

Verónica, llegó al centro del laberinto. Su oscuro compañero, la siguió de cerca. Él podía moverse mucho mas rápido, y se desplazaba mejor al trepar por los muros de mármol.

–  ¡Este no es un lugar para los vivos! – Exclamo el ángel, que se hallaba de pie frente a la entrada del infierno.

Verónica, avanzo hacia el ángel. La brillo verdoso que emanaba de la entrada del infierno, mantenía iluminada aquella habitación circular. Verónica, estaba herida, el ángel lo notó, pero no pareció sorprendido, aparentemente, ella no era la primera en lograr atravesar el laberinto.

– ¡Vengo a buscar a mi hermana! – Indico Verónica. La muchacha, no era muy alta, pero si era atractiva, eso se notaba a pesar de la suciedad, y las manchas de sangre en su piel. Portaba una armadura negra, tan vieja, que el ángel pensó que la había tomado de alguno de los cadáveres a lo largo del laberinto.

– No pierdas tu tiempo aquí, humana, – dijo el ángel, mirándola con desprecio, como si de un animal sucio se tratara. – Solo los muertos, se les permite usar esta entrada; regresa cuando hayas muerto.

– No tengo mucho tiempo, – aseguro Verónica, mientras avanzaba hacia el ángel. La muchacha, llevaba entre sus manos una brillante espada, forjada con hermosas escamas blancas, mucho más filosas y duras que el acero. – Voy a pasar, no te interpongas en mi camino. – Advirtió Verónica; el ángel sonrió, dejando ver una hermosa sonrisa, con unos dientes perfectos y blancos.

– Esa espada, – señalo el ángel, aun sonriendo, – conozco al ángel, al cual le pertenece ¿acaso la has hurtado? – Pregunto el ángel. Este se acerco un poco más, y Verónica pudo ver su indescriptible belleza. Se trataba de un ser, perfecto, en todo el sentido de la palabra. Su cabello, largo y dorado, llegaba hasta la parte baja de su espalda, sus ojos brillaban con un magnifico destello azul, su piel, las partes que estaban al descubierto, mostraban una superficie libre de vellos, y sin cicatrices. El resto de su cuerpo estaba bien protegido, por una brillante armadura blanca. Pero lo más asombroso en él, no era su belleza, sino sus alas, seis de ellas, tres del lado izquierdo de su espalda, y tres de lado derecho. – No me has contestado. – Indico el ángel. Verónica, se sorprendió al descubrirse a si misma, admirando la belleza de aquel ser. – ¿Como robaste esa valiosa espada? – Pregunto el ángel.

El compañero oscuro de Verónica se mantuvo en las sombras. La muchacha, podía observarlo aferrado a una de las paredes de mármol, que formaban parte del pasillo que conducía a la habitación redonda. El ángel, se molesto, Verónica, lo notó en su rostro. Los ángeles, no están acostumbrados a que se les ignore. Un hacha, brillo en las delicadas manos del ángel. La muchacha, comprendió que aquel hermoso ser, se preparaba para asesinarla. – ¡Es mi premio! – Exclamo Verónica, mientras levantaba aquella espada, que le había salvado la vida, en varias ocasiones. – ¡He derrotado al ángel, portador de esta arma, así que ahora me pertenece! – Aseguro Verónica. El ángel de seis alas, se molesto aun más, pero no perdía aquella hermosa sonrisa.

– Mientes. – Contesto el ángel.

– No tengo, por que hacerlo, – aseguro Verónica, – por favor, recorrí el laberinto, mate a los enemigos, tengo derecho a cruzar la puerta.

– Esta puerta es solo para los muertos, – le recordó el ángel.

– ¡Mi hermana, esta del otro lado de esa entrada! – Grito Verónica, haciendo un gran esfuerzo, para contener sus lagrimas. – ¡Cada minuto que pierdo, implica la muerte de mi hermana!

– La muerte, nos llega a todos, – contesto el ángel. Verónica, perdió el equilibrio, pero antes de caer, logro clavar la espada en el suelo, usándola como bastón, para mantenerse de pie. – Y la muerte, también te llegara a ti. – Agrego el ángel.

El oscuro compañero de Verónica, emergió de las sombras, siguiendo las ordenes de su ama. Un perro negro, mas grande que un hombre, con cuatro grandes ojos amarillos, y una desagradable serpiente verde, en lugar de una cola. El ángel, no se inmuto en esquivar a la criatura, y le arrojo su hacha plateada, la cual se enterró en la cabeza del perro, produciendo un prolongado crujido, señal inequívoca de que el golpe, había fracturado el cráneo de aquel monstruo. El ángel dirigió su mirada a Verónica, seguro que el perro retrocedería, después de todo, el hacha, estaba forjada con minerales sagrados, y ninguno demonio, lograría resistir aquel dolor. El rugido del perro, llamó la atención del ángel. – ¡Imposible! – Exclamo el ángel, al notar que la criatura no retrocedía. – ¡Esta siendo manipulado por un amo! – Comprendió el ángel, justo cuando la mandíbula del perro demoníaco, se cerraba sobre su ala superior derecha.

El perro demoníaco, aun con el hacha, clavada en la cabeza, retorció su hocico con fuerza, solo dos veces, antes de arrancar totalmente el ala superior derecha del ángel. la sangre se derramo sobre la hermosa piel blanca del ángel, manchando parte de su armadura, y después el suelo de mármol blanco. El perro, escupió la gran ala compuesta de plumas blancas, y se preparó para atacar nuevamente. La herida en su cabeza, se hacia cada vez más grande, puesto que el metal sagrado del hacha, estaba quemando su carne. El ángel pateo al perro, antes que lograra morderlo nuevamente, y este, salio impulsado hacia atrás, como si de un muñeco se tratara. El ángel, comprendió que aquel demonio estaba siendo manipulado por un amo. Manipulación esta, que sin duda procedía de un contrato infernal. El enfrentamiento, impidió que el ángel, se percatara de los pasos dados por Verónica para llegar hasta él, y cuando finalmente la vio, ya era tarde. – La muerte, nos llega a todos…– Fue todo lo que escucho el ángel, antes de ser decapitado, por aquella hermosa espada, forjada con escamas blancas.

Verónica cayo al suelo, a un lado del ángel decapitado. La muchacha, perdió el conocimiento, justo después de ver la cabeza del ángel, rodando por sobre el suelo de mármol blanco, dejando tras de si una desagradable y gruesa línea de sangre. La muchacha, cerró los ojos, y escucho a su oscuro compañero, devorando con gusto la dulce carne de un ángel. – Voy por ti, Xiomara, espérame un poco mas…– se dijo así misma, antes de desmayarse.

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La Puerta

Cerca de aquel pasillo
Se encontraba aquella puerta
Que a su vez una luz desplegaba
A través de sus ricas maderas

Quería entrar pero no podía
Cuando preguntaba si podría entrar allí decían
Es muy peligroso entrar allí
Una vez que entres allá la muerte te esperará
Y no podrás salir.

No podía tener fe en sus palabras
Así que en una noche me arriesgué
Aquella llave para entrar robé
Con ansias este momento esperé
Y aquel lugar secreto por fin pude ver

Al entrar a través de aquella puerta
Un bello jardín me esperaba
No había nada oscuro o tenebroso
Nada a la muerte se asemejaba

Mientras transitaba por el espléndido lugar
De cabellos largos y oscuros
A lo lejos veía acercarse una chica
Me observaba a lo lejos con una mirada
Penetrante pero a la vez vacía.

Le pregunté cuanto tiempo había estado encerrada
Y ella me responde que desde hace cientos de años.
Pero ahora gracias a la puerta abierta que la liberaba
Se habían terminado esos largos días

“Hoy haré justicia” menciona la chica
Por los que intentaron asesinarme en vano
Sabiendo que no podían matarme
Y luego bajo sus artilugios para intentar
Prolongar inútilmente sus vidas
Su hora les ha llegado.

Eres a quien he estado esperado
Por tu astucia y curiosidad me has liberado
Como agradecimiento de vida te concederé muchos años
Más de los que pudieras imaginar
En cambio todos los que están a tu alrededor
No sabrán que torturas les esperarán
Después del preciso momento en que todos ellos morirán.

La chica repentinamente desapareció
El bello jardín se desvanece ante mis ojos
Para solo dar lugar a las paredes oscuras del castillo
Cuando salí de la puerta su palabra había cumplido
Todos a mí alrededor habían perecido.

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EMMA

Una luz brillante encegueció su mirada al despertar; se hallaba en un viejo cuarto de hospital por consecuencia de un fuerte golpe en la nuca. Emma, con 5 años de edad, era una niña tan temerosa, incluso hasta de su sombra. Pero pasado un tiempo jamás volvió a temer, pues se volvió parte de lo aterrador.

Pasados los días, Emma se encontraba jugando en el jardín de su casa; era una linda tarde de otoño; calles tranquilas cubiertas por hojas ya quebradizas que caían de los arboles. Las mejillas de Emma resplandecían, y el leve frio hacia verla tan blanca como porcelana; su larga cabellera rubia se revolvía con las hojas que caían sobre su cabeza luego de lanzarlas. Emma parecía ser feliz, pero se preguntaba porque luego de 3 días de haber sido dada de alta, sus padres no le prestaban atención; se encontraba triste en ocasiones, pero como cualquier otro niño, Emma pensaba que estarían molestos por aquella travesura en el parque.

La noche bañaba la habitación de Emma; ahora se encontraba lista para dormir después de haber tenido una silenciosa y triste cena sin sus padres, pues al parecer seguían evadiendo su atención. Un ruido sordo hiso que Emma dejara caer su delicada muñeca al suelo; miro hacia su estante repleto de muñecas y títeres de porcelana que su abuela había obsequiado aunque ella les tuviera pavor. Como cada cosa que pudiera existir.

Emma permanecía inmóvil en el suelo viendo el estante, ya que aquel ruido había sido causado por un muñeco caído de lo alto de la repisa; era el títere de porcelana mas horrendo que podían conocer; poseía una mirada tan siniestra en sus ojos vidriosos tan reales que podría jurarse suplicaban ayuda o simplemente querrían asesinarte. Otro ruido fuerte hiso que Emma se desconectara de aquel juguete, dirigiendo su mirada hacia la puerta que se encontraba ligeramente abierta; la habitación se encontraba ya en penumbra, solo por la pálida luz de la luna que se colaba entre las suaves cortinas de un tono lila. No era la primera vez que algo así ocurría a la niña, aun así no dejaba de sentirse terriblemente asustada así como curiosa por los acontecimientos.

Emma salió de su habitación, asustada como intrigada se dirigió a donde lo que fuera que estaba con ella esa noche; bajo por las escaleras, recorría las habitaciones; pero aun no visitaba el cuarto de música donde su padre la instruía en el piano; Emma no había tenido necesidad de ir desde su accidente, debido a que su padre la hacía entender que solo podía entrar ahí cuando él la llamara a sus clases.

Pero esa misma noche Emma se dirigió a esa habitación, notando extrañada que la puerta estaba bajo llave; como nunca había intentado entrar sin permiso, supuso que siempre permanecía así. De pronto, un escalofrió recorrió a Emma, escucho un sollozo que venía de las escaleras, corrió pensando en su madre, equivocada no estaba, no se opuso a su camino, la miro entrar al salón mientras Emma subía de nuevo a su habitación. Al subir sintió que varias presencias iban a su lado: podía escuchar sus respiraciones; Emma no podía subir más de prisa, se encontraba presa del miedo, sus ojos verdes temblaban y su rostro asomaba desesperación. Llego a la habitación de sus padres, se metió en la cama donde por el momento solo su padre dormía.

Se acorruco a su lado aun temblando de miedo, su padre de espaldas a ella le dijo con voz adormilada que la amaba, que era su princesa; Emma se sintió sumamente feliz pues no había recibido palabra alguna, solo que ella no noto que su padre lo dijo entre sueños. Amaneció y Emma seguía en la cama de sus padres, sola ya pero la cama perfectamente hecha. Era sábado por la mañana, un fresco día de otoño, Emma bajo por su desayuno, lo tomo para luego ver televisión.

Situaciones inexplicables la aturdían la mayoría del tiempo; ya había visto espeluznantes sucesos fantasmales, desde ser atacada por sus títeres y muñecas, verlos moverse y acosarla verbalmente por las noches, así como esas presencias que la seguían a todos lados, aterrándola minuto a minuto con su respiración entrecortada y lastimera, y esa última sensación de pared espesa que le impedía acercarse a sus padres estando estos despiertos. Esta vez, mientras Emma desayunaba, su televisor se torno de pronto con estática, asustada como siempre por sus constantes ataques fantasmales, logro apenas entender algún sonido que salía del televisor, un sonido tratando de decir: ‘’aléjate’’; atónita Emma tomo el control remoto para apagar el aparto, pero en ese momento su madre lo hizo por ella, sintiendo Emma ese ambiente espeso cada que quería abrazarla; su madre se fue extrañada al apagar el televisor.

Los días pasaban y las atrocidades por igual; intentos de almas desamparadas tratando de llevarse a Emma, intentos sobrenaturales para arrancarla de sus padres. Emma había visto todo, rostros aterradores de muerte, almas en pena de pie sobre el umbral de su puerta, sonidos escalofriantes provenientes de la oscuridad: lo más desesperante podría soportar. Emma no era la única con este tipo de problemas, pues sus padres también presenciaban acontecimientos sobrenaturales.

No toleraban los extraños ruidos en la habitación de su hija, al igual que en el área del salón de música, en el jardín y casi por todo rincón de la casa. En ocasiones habían percibido como los títeres y muñecas de Emma salían de su lugar, pero estos, manteniendo una expresión amenazante y aterradoramente asesina; ya uno de esos juguetes había atacado a uno de los padres intentando cortarle la garganta con las cuerdas del mismo títere. Emma ya había sido víctima de tanta brutalidad, que el miedo poco a poco salía de su cuerpo, así que intento tener contacto con esas presencias que la acompañaban a donde fuera, y que estas mismas no le permitían mas acercarse a sus padres.

El apetito, el sueño, miedo y todas las características humanas desaparecieron de Emma con los días, incluso, el interés por el desprecio que sus padres le tenían. Una noche, Emma permanecía en su habitación, sentada en el suelo de espaldas a su ropero, fue entonces cuando un golpe la distrajo, no supo de donde provenía, apenas logro reaccionar cuando de un brusco tirón, Emma fue jalada dentro del armario por unos brazos cadavéricos retenidos por cuerda.

Una luz brillante encegueció su mirada, al despertar se hallaba en el mismo parque donde jugó y callo por última vez; sorprendida y aterrada Emma se veía en aquel sube y baja tan divertida como ese día, cuando de pronto, Emma cayo al estar en lo alto, cayó de cabeza golpeando fuertemente su nuca contra el filo de la acera; Emma permanecía pasmada viendo aquella escena, aun mas al notar una extensa mancha de sangre que tapaba parte de la acera, la arena y su cabello.

Cayó desmayada, los niños y adultos corrían en su ayuda, mientras Emma veía aterrada lo que había ocurrido se llevo la mano a su nuca, sintiendo pegajosidad y una sensación tibia, un tanto húmeda y seca: tenía sangre corriendo por su cabeza. La escena cambio y Emma apareció en el hospital donde había estado internada, en esa visión miro a sus padres tristes y preocupados; a su madre acorrucada llorando en el regazo de su padre, tan doliente como si le hubieran arrancado algo de sus entrañas al momento de que el Dr. Volviera a sus asuntos.

Emma se acercó a sus padres, los cuales se encontraban inconsolables, desesperada entro a su habitación. Recostada en esa cama fría de hospital, yacía un cuerpo inerte, pálido, pequeño, ya sin nada conectado a él; solo derecho, con la sábana blanca hasta el cuello. Emma palidece al verse en aquel aspecto, entonces tantas escenas cruzan por su mente, tan rápidas, tan nítidas, al mismo tiempo que al fin comprendía todo, como si un rayo recorriera su cuerpo, Emma comprendió al fin que estuvo muerta desde aquel día.

En ese instante toda la perspectiva de Emma cambio y su aspecto junto con ello, comprendió al fin la lejanía de su familia, los aterradores sucesos todo el tiempo, el ambiente espeso de no poder acercarse a sus padres, y por si fuera poco, como un estruendo, Emma recordó desesperada aquella noche en que su padre le hablo en sueños. Las lágrimas corrían por sus mejillas redondas, sus ojos verdes se mostraban furiosos e incontrolables, pues las pupilas corrían de un lado a otro.

La escena cambio, volviendo a su habitación, ahora vacía y macabra, pues todo el tiempo permaneció así antes de que ella lo notara, antes de que aceptara su muerte. Dentro de su armario, al que fue atraída, permanecían todas las muñecas y títeres de porcelana que yacían dentro de una gran caja de madera, y, estos sujetos por una gruesa soga y atados por un fuerte nudo. Los miro detenidamente, hasta comprender que ellos le habían mostrado la verdad y que aquellas esencias que la seguían por doquier, eran seres tratando de ya tenerla apartada de la realidad.

Su habitación permanecía ya vacía, empolvada, gris, oscura y completamente siniestra; los padres de Emma ya habían desalojado la casa, aun así, esa habitación siempre había estado en penumbra y bajo llave. Emma ya no sentía ningún temor, de ser esa niña asustadiza y temerosa hasta de su sombra, ahora, se había vuelto parte de lo aterrador; levemente las muñecas y títeres pudieron salir de su caja y estar libres; ella lo veía atónita pero ya sin temor alguno, simplemente permitió que estos la envolvieran hasta cubrirla por completo. Al mismo tiempo que esto ocurría, la piel de Emma tomaba un acabado brillante, pálido y suave, mas aun que su misma piel; sus ojos verdes generaban más brillo de lo acostumbrado, tornándose profundos y delineados; Emma no mostraba expresión alguna, el cambio continuo hasta ser por completo una más de sus muñecas, una autentica muñeca de porcelana, con esa misma expresión lastimera de sus demás juguetes.

Emma poso frente a su espejo, logro ver su reflejo; su rostro  y manos de porcelana, cuerpo de algodón y tela, ojos marcados y mirada perdida, ropas antiguas de tonos lilas, rojos y negros, tamaño real para resaltar de las demás. Ya la casa permanecía desalojada, los demás muñecos desaparecieron en Emma, solo quedaba ella; miro a su derecha, la caja de madera era lo bastante grande para su tamaño, así que la oculto en el armario, ella entro y cerro la tapa asegurada con candado y llave, pero esta dejada puesta para poder ser abierta nuevamente.

La tapa dejaba un pequeño hueco… por el cual Emma podría observar a su siguiente muñeca o títere.

 

Meses después, los padres de Emma volvieron a su antiguo hogar obligadamente pues los vecinos cercanos aseguraban ver a Emma todos los días por la casa, incluso fuera de esta. Decidieron no adentrarse ni tener nada que ver jamás; ahora la casa permanecía con un integrante anticipado.
Quien deseara vivir en aquel lugar debía apreciar esta clase de muñecas y títeres, pues ahora Emma permanecía ahí, en su caja, en su casa, corriendo por ahí como si estuviese viva aun, como si jamás se hubiese enterado que murió en aquel parque, aquel día de otoño.

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Un Nuevo Mundo

La chica se levanto todavía con los ojos cerrados y bostezó, justo como lo haría antes de dejar su cama. Una risa, seguida de un conjunto de murmullos, llamó su atención. Entonces lo recordó. Sus compañeros la miraban, unos con desagrado otros con gesto burlón.

–Te has quedado dormida de nuevo –dijo su mejor amiga– he tratado de despertarte, pero no me hiciste caso.

–Cuando duermo parezco una muerta –admitió avergonzada mientras recogía sus herramientas de trabajo. Su escritorio era un completo desastre, y ya había recibido una advertencia por parte de su jefe acerca del desorden en su puesto de trabajo.

–¿En serio crees que usar ese término aquí sea una buena idea? –le recordó su mejor amiga. Inmediatamente la chica se percató de las miradas de sus compañeros de oficina.

Aquella oficina no era especialmente grande, ni especialmente llamativa, pero su importancia se remarcaba en el hecho de ser la primera oficina gubernamental que trabajaba las 24 horas del día, los 365 días del año, y también por las capacidades especiales de quienes trabajaban ahí.

–¡Jenny! –Uno de sus compañeros salió de la oficina del jefe y le hizo señas a la chica para que se acercara.

–Se ha enterado ¿verdad? –preguntó Jenny a su mejor amiga– ¿Me ha visto dormida en el escritorio?

–Creo que lo mejor será renunciar –aconsejó su amiga mirándola con resignación– yo estoy pensando en hacer lo mismo; ningún ser humano puede trabajar 24 horas seguidas sin parar.

–Ellos sí pueden –recordó Jenny fijando su atención en seis chicas que permanecían alertas, mirando la pantalla de sus ordenadores y tecleando sin parar.

–No somos igual que ellos –contestó la mejor amiga de Jenny. El muchacho al frente de la puerta del jefe volvió a llamar una vez más.

Jenny avanzó avergonzada a través de un espacio formado entre dos hileras de escritorios enfilados unos tras otro. La chica mantuvo la mirada en el suelo, los ojos de color lechoso de sus compañeros la asustaban. Ya no quedaban personas vivas en esa oficina, todos habían ingerido el Elixir proporcionado por el gobierno, volviéndose humanos fríos que no experimentaban el dolor, ni el sueño, ni el agotamiento. Solo Jenny y su mejor amiga habían decidido no consumir el Elixir.

–¡Buenas noches, jefe! –saludo a su jefe, quien lucía igual que una fina estatua de mármol, su piel de un desagradable tono pálido sobresalía aun más debido al oscuro traje que llevaba puesto. Los ojos blancos con una desagradable capa amarilla sobre la retina se fijaron en Jenny.

–Jenny, ya te lo había dicho, si no puedes con el puesto lo mejor es que lo dejes, ya llegará alguien que sí sea capaz de aprovechar la oportunidad. – El jefe fue directo al grano y una vez más Jenny desvió la mirada asustada por los ojos de aquel hombre–. Esta ha sido tu tercera oportunidad y esta oficina demanda mucho esfuerzo por parte de sus colaboradores.

–Yo… no soy igual a ellos, –titubeó incapaz de mantenerle la mirada a su jefe.

–Es por que aun estás viva –le recordó con frialdad. El hombre puso sus manos sobre el escritorio y en seguida la chica notó que tenía uñas nuevas–. La descomposición, si no es tratada a tiempo puede ocasionar la perdida de algunas partes del cuerpo. –explicó el hombre al notar la mirada de la chica enfocada en sus manos–. Las uñas se desprende si no cuidamos nuestros nuevos cuerpos. –agregó el hombre que no ocultaba su desagradable humor.

–No puedo beber el elixir –indicó la empleada fijando su atención en la brillante botella purpura que se hallaba sobre el escritorio de su jefe.

– ¿Por qué no? –preguntó– Tu gobierno te quiere fuerte Jenny, te quiere incansable, te quiere trabajando. –explicó mientras tomaba la botella y la colocaba al alcance de su empleada– cuando lo bebas el sueño y el cansancio desaparecerán al igual que el hambre y el frío.

–¡Yo no quiero morir! –gritó rechazando la botella con el brillante contenido purpura moviéndose en su interior. Su jefe la observó en silencio durante unos largos minutos hasta que finalmente decidió contestarle.

–La mitad de la población ya ha bebido el elixir –le recordó– ahora, esa mitad es la mejor mitad de este país, –aseguró mientras se levantaba, sujetaba la botella y se acercaba a su empleada– todos hemos hecho sacrificios para ser mejores, si no estas dispuesta a sacrificarte entonces no puedes formar parte de este equipo.

–¡Necesito el empleo! –admitió al borde de las lágrimas.

–Entonces ya sabes que hacer –contestó– llévate la botella, tomate el día de hoy, te espero mañana lista para comenzar tu nueva vida junto con tus compañeros.

Jenny dejó la oficina llevando aquella botella de veneno firmemente presionada entre sus delicadas manos. No era la primera que pasaba por eso. El elixir es la respuesta del gobierno a todos los males del país. Consumirlo implicaba morir, pero eso era un precio bajo comparado con una nueva vida sin dolor, sin frío, sin hambre, sin agotamiento y ahora ella debe decidir si quiere vivir esa nueva vida.

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