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LA BELLA Y LA PANDEMIA. (DÍA 4)

-Día 4- 

En la tarde me encuentro con la noticia de que Colombia va a tomar medidas preventivas por el virus, entre ellas el cierre de fronteras por un periodo de 30 días.  — Se están tomando las cosas en serio —, le digo con alivio a Line que me pregunta por la situación en mi país. Pero cuando me quedo finalmente sola en la cocina hago lo que puedo por ignorar la insoportable angustia que me genera pensar esa puerta de regreso cerrada así sea por algunas semanas.  

Cuando Estella llega a la cocina estoy sentada mirando hacia la nada. En ese momento no quería hablar con nadie y menos con ella, así que le sonreí y pretendí que estaba concentrada trabajando en algo. Muy a mi pesar la generosidad de mi coloc (1) y el control que tenía sobre todo se estaba volviendo un peso para mí. Era una dinámica de poderes donde yo tenía todas las de perder, donde sentía que no tenía mucha voz ni voto en nada por miedo a parecer desagradecida. Me di cuenta que desgraciadamente había convivido toda mi vida con ese tipo de dinámica, después de todo la infinita generosidad de mi abuela no podía ser solamente una virtud cristiana.  

Llega el momento del apero y yo hago Gin-tonics para todos. Todo el mundo está de buen humor para la cena incluida yo. Después de la cena tomamos la tisane (2) y compartimos una tableta de chocolate. Ellos empiezan a jugar la belote(3), que para mí es como una especie de póker francés, que intento entender y que Line se esfuerza por explicarme pero que parece que no está entrando en mi cerebro como debería.  Me conformo con asociarme con Line para ver sus jugadas y me digo a mí misma que algún día hare el debido esfuerzo de aprender a jugarlo sola.  

1 día antes del confinamiento:  

Abro Youtube para buscar el discurso de Macron.  Su voz y sus maneras pausadas hacen que pueda entender todo lo que dice.  En el minuto tres anuncia que ha decidido poner a la población en confinamiento obligatorio al menos por dos semanas. Dice que Francia está en guerra, me pregunto si habré entendido mal, pero lo repite varias veces. 

 — Estamos en guerra! —. 

Cierro la tapa del computador un poco confundida.  

Voy a la cocina por un vaso de agua y de la nada empiezo a hiperventilar. Agarro mi celular y escribo con manos temblorosas en Google: 

¿Qué hacer cuando tienes un ataque pánico? 

(1)coloccolocataire: Compañero de piso.  

(2) tisane: Aromatica.  

(3) belote: Juego de cartas francés. 

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LA BELLA Y LA PANDEMIA (DÍA 1)

LA BELLE ET LA PANDÉMIE  

-Día 1- 

Nos vamos a pasar el confinamiento al campo. La familia de mi coloc (1) tiene una casa en los Alpes y me invito a ir con ella, tenemos cuatro horas para llegar a las montañas antes de que empiece formalmente la cuarentena. Me encuentro con Estella en el corredor, parece que recién ha llegado al apartamento, le pregunto si paso la noche con sus padres en Toulouse, me dice que no pero no responde nada más y entra en su habitación con la cara un poco roja.  

—Tuvo sexo­—, Concluí.  

Después de que el auto esta completamente lleno de ropa, libros, cobijas ,comida, medicamentos y cualquier otra baratija no fundamenta, de la que no nos podemos desprender por temor a nunca volver, estamos listas para irnos .

Mientras que Estella conduce su pequeño Peugeot por la carretera, yo pienso que no podría tener una mejor persona para pasar el apocalipsis que ella. La miro de reojo y parece una versión francesa de Alice Abernathy, con todo y brazos fuertes, solo que los músculos de Estella no se deben a la matanza de zombis sino a su obsesión por el CrossFit. Miro el paisaje y pienso en cual sería mi papel en esta fake movie (2) de apocalipsis, era obvio que yo necesitaba a Estella mucho más de lo que ella me podía necesitar a mí.

Propongo un poco de música para el camino porque estoy empezando a deprimirme.  

Llegando a nuestro destino los policías nos paran y nos preguntan porque no estamos ya encerradas, pero nos dejan ir sin muchas explicaciones. Después de algunas curvas, llegamos a la casa de campo con cuarenta minutos de retraso para el confinamiento. La casa es grande, muy grande y vieja, tiene por lo menos unas siete habitaciones, parece un laberinto, pero en vertical. Salgo al jardin a ver los árboles, es un «jardín» de varias hectáreas, respiro hondo, sonrío.  

*

107 días antes de la cuarentena… 

Estudiando con la radio encendida escucho a Marin(3) decir algo acerca de un nuevo virus en china. No pongo mucha atención estoy tratando de descifrar le putain de subjonctif (4).

(1): coloc: versión corta de colocataire palabra en francés que significa compañero de piso. (2): Fake movie: del inglés: Pelicula falsa. (3):  Marin: Alejandro Marin. Periodista musical. Uno de los Djs del programa Mañanas X.(4):le putain de subjonctif: El puto subjuntivo. (francés) 

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Historia De Amor En Los 60

Era 1965.

Paula tenía 15 años. Sus ojos eran verdes y su pelo castaño claro. Ante los ojos de Manuel era la más bella niña. Ellos siempre iban de la mano, pero nunca solos porque aquellos tiempos no eran los de hoy.

En el grupo iba Miguel, que estaba enamorado de  Paula, pero era evidente su fracaso.

No sabía si Paula y Manuel iban en serio pero lo que Miguel sentía por Paula era demasiado grande para no poder gritarlo a los cuatro vientos.

No era facil. Manuel era su mejor amigo. Se habían criado juntos y no quería hacerle daño.

No obstante cada sábado era desgarrador verlos de la mano. Verlos andar en la distancia y sentir que Paula nunca se iba a fijar en el.

Iba pensando en todo eso cuando Maria lo sobresaltó :

-¿En que piensas Miguel?

-¿Que dices?, – le preguntó asustado, sintiéndo como si Maria hubiera leido su pensamiento.

-¡Madre mía, te has puesto rojo! Quería saber si me estabas escuchando pero ya veo que no.

-Perdóname esque no me encuentro muy bien -, fue lo primero que se le ocurrió decir.

-Se te nota demasiado Miguel no disimules.

Era demasiado evidente, un secreto a voces. Pero, ¿y Paula? ¿lo sabría? ¡Que vergüenza sintió!

Aquella tarde fueron a un guateque que había montado Antonio en su casa.

Los padres de Antonio tenían un negocio de coches que iba sobre ruedas nunca mejor dicho.

La casa era grande y perfecta para la fiesta.

Eran 12 adolescentes enamorados unos de otros, cada uno con su pareja ya reservada para el momento en el que alguien cambiara el rock and roll por una balada lenta.

Empezó a sonar Nights in white satin.

Miguel maldecía esos momentos. No lo podia soportar. Los celos le quemaban. La tristeza empezó a apoderarse de el.

No quería que se le notara. No podía dejar que Paula lo supiera. A si que se puso a bailar con la única chica que siempre quedaba. María.

A Maria, Miguel le hacía tilin pero sabía de sobra que no tenía nada que hacer no obstante se aprovechaba siempre de la situación.

Transcurrieron las semanas.

Miguel no lo soportaba más así que se decidió a hablar con Manuel.

Quería saber si Manuel de verdad amaba a Paula. Si su amor por ella podía superar a lo que el sentía. Tenía que oirlo de la propia boca de su amigo y verlo en sus ojos.

-¿Tanto la quieres Miguel? Te juro que no lo sabía

– No puedo mentirte, si la quiero, la necesito a mi lado. Te aseguro que no es algo pasajero pero hay algo que quiero que me digas.

Si tú también sientes lo mismo por ella y ella por ti yo me apartare y dejaré de ir con vosotros y con la pandilla.

Manuel no era mala persona. Era sencillamente un adolescente de aquellos tiempos con las hormonas revolucionadas y Paula le parecía excesivamente guapa.

No obstante al escuchar la confesion de su amigo, vio algo en sus ojos que le hizo sentir culpable. Vio su desesperación, sintió la punzada del amor que sentía Miguel por su «novia».

Miguel le había suplicado con la mirada que le dejara expresar sus sentimientos a Paula.

Mientras Miguel hablaba se autoanalizó.

Paula le gustaba pero lo que estaba viendo en los ojos y la expresión de Miguel era algo realmente profundo y doloroso.

No podía permitir ese sufrimiento. El no estaba enamorado de esa manera. Así que aunque no pensaba cortar con Paula le dijo a Miguel que podía intentar conquistarla y entonces sería lo que ella decidiera.

Miguel sintió que quería llorar, pero se contuvo.

-Gracias Manuel, gracias de verdad…

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El Tiempo.

Cuento.

Escrito por Santiago Solano Montes de Oca.

“?Vamos a dejar que el tiempo pare, ver nuestros recuerdos en los mares… ?”

I

Quiero contarte una hermosa y sencilla historia, una que habla de una vida, a pesar de que siempre estuvieron dos juntas, habla de una vida de compromiso, de buenos y malos días, de enojos, de dolores, de tristezas, de recuerdos suspendidos en el aire, de promesas, de risas, de comida, de conocimiento, de amor inacabable…

Me siento exhausto, pero donde yo me encuentro es más que cómodo, es cálido, reconfortante, hermoso, es vivir bien, es el mar, empecemos pues porque el tiempo corre, porque el día se vuelve tarde hermosa en todos sus degradados colores; de azul a anaranjado, de amarillo a violeta, ansioso a lo lejos el anochecer espera su entrada, junto con sus hermanas las estrellas, el cambio de turno del padre Sol intenso, a la madre Luna delicada.

Todo empieza así…

II

Una mañana del verano Guerrerense, desperté como cualquier otra, observé el lado vacío de la cama como siempre, deslice mi mano sobre la silueta ya casi borrada en aquel lado izquierdo de la cama como siempre, vino a mí el dolor y soledad de siempre, agarro ese dolor y soledad y lo mando a tomar por culo porque tengo que continuar, eso a ella le hubiera gustado demasiado.

¿Qué le puede ofrecer la vida a un señor como yo, que ha perdido el poder de saber la hora que es?, mi soledad al igual que mi amor es y será egoísta, solo para ella.

Caminé a la regadera, abrí la llave esperando a que saliera el agua caliente, caía haciéndose de un sonido reconfortante, me acuerda a esos fantasmas que llego a escuchar, que vagan por mi cabeza, en mi trabajo, en mis pensamientos.

Me vi en el espejo, me acerqué lo bastante abriendo bien los ojos de par a par, y me sentí de pronto abatido por lo tan rápido del paso de los años que me han marcado, han quedado marcados en cicatrices, en pliegues de piel, en arrugas, en manchas, en el paso del condenado tiempo, me venía zarandeando para dejarme como hoy yo estoy, han pasado 3 años me dije, y no lo has superado me reproché.

Me bañe, me cambie y me dispuse ese día a ir a pie al trabajo, pasar a mi fonda favorita para comer más tarde quizás, pensé , nunca desayunaba no me gustaba, desperdicia uno mucho el tiempo, que puede uno usa para huevonear 5 o 10 minutos más en la cama con ella claro está, “café con pan”, ella de vez en cuando me preparaba y cuando dejaba que el café se enfriara y el pan se volviera tieso, ella me lo reprochaba, se me hizo una mueca picara en la boca por recordar su rostro enfadado.

Rara era la vez que me sentía con tantas ganas de ir pensando caminando, ese día venia ya predispuesto a acordarme mucho de ella solo que nadie lo sabia porque todo estaba aquí, en mi cabeza, en mi corazón roto en mantenimiento también.

Pies siguiendo un patrón, los brazos deslizándose en los costados, los jeans cafés planchados a como la luz de la noche pasada lo permitía, la guayabera azul cielo esa sí impecable, mis lentes con unas pocas manchas dactilares al momento de tomarlos del buro, los zapatos cafés boleados y bien cuidados, animo impaciente a tener tiempo para leer un rato en aquel lugar, en nuestro lugar.

El trabajo de un escritor es “sencillo”, muchos de mis amigos me lo mencionan por no decir alardeaban repetidamente, en mí nada más se me creaba un sentimiento de piedad hacia ellos, por no poder entender lo difícil del trabajo mismo, de lo difícil que resulta encontrar las palabras perfectas y adecuadas, de conjugar los verbos bien, de la sintaxis impecable y fina, de tener coherencia correcta, de que sea agradable para las personas, que sea agradable para ti, y ¡Ay de mí, con mi ortografía!, eso era lo difícil de mi profesión, pero es cosa tan sagrada que por esos errores de muy mal gusto, que no encontraba mas sin embargo hacia aparecer en mis textos, yo la pude encontrar a ella, para ayudarme con esto y otras tantas hermosas cosas. ¿Quieres saber en qué me ayudaba siempre?

El tiempo, ¡Sí! Era en eso en lo que más me ayudaba, en marcar el tiempo, ella tenía en su mano izquierda, en su lado favorito, en su blanca y delicada piel, un reloj de mano de oro magnifico, que reflejaba su hermosura por sus extensiones, donde el armis es fijo como sus enojos, la caja vigorosa para soportar cualquier malestar, y las manecillas siempre precisas como para todo para cuanto ella hacía, margen de error, ¡Cuál!

¿Qué hora es? Siempre son mis palabras por repetir con ella, nunca fue normal decirle “te amo”, “te quiero”, “te necesito”, no, era ¿Qué hora es?

Nunca me puso un pero, como con otras cosas, o mostró disgusto como con otras, siempre llevaba su mano a su bonito rostro, para poder acercar y precisar el posicionamiento de las manecillas, siempre cambiantes, ella siempre persistente me decía, “es la hora de amarme”, ya entenderás porque siempre son mis palabras por repetir.

Pero había un minúsculo problema casi imperceptible, cada que le preguntaba, solo yo veía como dentro de su ser, visto con mis “mágicos” ojos, observaba como poco a poco se le escapaba su tiempo.

¡Claro que quería amarla y como no iba a ser así con tremenda precisión de tiempo!

La quería reharto a esa condenada mujer, por su tiempo que convertía en: sus ocurrencias, sus expresiones, los momentos tan divertidos que pasábamos en la playa, los paseos interminables agarrados de la mano, donde descalzos nos dejábamos tocar por el agua del mar, donde dejamos que los pedazos de troncos nos picaran los pies haciéndonos caer pero de risa, donde dejábamos que la arena húmeda se metiera en nuestros deditos gorditos descalzos, donde dejamos que el Sol ardiente tostara nuestras pieles, donde dejábamos que la Luna fuera la testigo de cuanto nos amábamos, donde dejábamos que las rocas marinas se pigmentaran con nuestros secretos, donde dejamos que la noche nos ocultara de nuestras picardías, donde dejamos que el sonido del mar nos amodorrase descansado tu cabeza sobre mi hombro, donde dejábamos que las lágrimas llenaran más el mar, además para bañarnos de grandes esperanzas y sueños, despojándonos de los estúpidos problemas, de un estúpido mundo exterior donde no participábamos ni ella ni yo, solo en el nuestro, para empezar de nuevo cuantas veces hagan falta.

Construimos a base de esfuerzo y cansancio, de derrota y levantamiento, de tristeza y alegrías, de tener poco a tener mucho hasta para compartir, pero nuestro amor era egoísta, era solo de nosotros dos, y que me alegro tan tremendamente de que siempre fuese así, donde los frutos de nuestro amor eran para la saciedad amorosa de ella y de mí. Hasta que…

III

Saliendo de mi pequeña oficina en el centro del pueblito, que bonito y tranquilo que es, la gente de aquí es dueña primordial de los valores, todos se saludan, se despiden, se dan las gracias, piden las cosas por favor, y te tratan como aquel extranjero que después de tanto tiempo de partir, regresa a casa anhelando la calidez hogareña, calidez que se llega sentir como en propia casa de cualquier gente de aquí, aquí en este pueblito tan bonito y tranquilo.

Ya era tarde y no tardaba mucho en anochecer, aunque ya no la tengo a ella para saber la hora, se aproximar, no soy preciso como ella, siempre lo intente.

Cerrando la oficina, en el kiosco alaridos se escuchaban por montón, niñas y niños corriendo, jugando, gritando, cantando, haciendo berrinches, a algún que otro niño valiente de la vida regalando una flor a otra flor, vendedores de juguetes, paletas, nieves, chucherías, donde los niños iban a gustosos a gastar su “domingo” de 10 pesito o más, disponiéndose a disfrutar de los manjares infantiles acompañado de amigos, parejas de adolescente ocupando las bancas, refugiados de los escarchados rayos del Sol, se disponían a besarse, a prometerse, a amarse al modo de cómo se empieza, otros tantos sólos contemplando a los demás esperando olvidar todos sus agravios, esperando el mejor tiempo para continuar, para saber qué hora era.

Y después estaba yo que, pensativo, observaba y recordaba animosamente, con sentimiento infantil, que yo fui una vez ese niño que jugaba con amigos en las tardes hermosas de verano después de las jornadas de estudio cantando, leyendo, jugando, soñando, imaginando, donde el calor le hacía bien al cuerpo dándole vigor haciendo sentirse uno vivo, donde después de tanto jugar, a ir con el heladero para comprar una nieve de limón deliciosa y dulce, renovadora de energías.

Así mis años siguieron, y llegue a ser un adolescente para ocupar una banca junto con la que sería el amor de mi vida, mi vida entera simplemente, para refugiarnos de Sol, para que la sombra ocultara nuestro miedo y pena infantil a estas cosas, donde descubrí mi primer beso verdadero, donde paseábamos, donde te escribía cartas de enamorado, donde pensaba “A ver si algún día mis dedos tocan los tuyos… Quiero verte… Creemos ese mundo interior para nosotros, nosotros, tú y yo y nadie más, nosotros”. Pero no sé qué hora es…

IV

Leyendo y escribiéndote, logré enamorarte ¡Ay dichoso de mi por haberte encontrado! Seguimos juntos mucho tiempo, segundos millones, minutos millones, horas millones, días millones, semanas millones, meses millones, años eternos.

En una de esas hermosas tardes en que abandonábamos el estúpido mundo exterior, realizábamos el ya codiciado y planeado plan para poder adentrarnos a ese mundo interior, nuestro mundo interior, acabadas sus cosas por hacer, acabadas mis cosas por hacer, siempre responsables con los demás y entregados completamente sin papel a nuestro amor, nos reuníamos en el recorrido de amor, nos encontrábamos empezadas las tardes en el kiosco, para rememorar viejos tiempos, para comer en alguna fonda, esa de Doña Chepa, que siempre decía que hacíamos hermosa pareja, para comer un helado con el Sr. Jaime donde nos daba pilón por lo guapa que era ella, para ver a los niños tropezar y levantarse con decisión a seguir jugando, qué hubieran sido de nuestros muchos hijos botijones, platicar y burlarnos de vez en cuando, de que ella se enojara conmigo, de que me disculpara para contigo, e ir a la playa a nuestra banquita favorita para leerte un libro, o cuando mi imaginación me lo permitía un cuento mío, o una poesía a casi terminar, pero ¡Ay de mi cuando había una falta de ortografía!, te gustaba todo lo que yo escribía, quizás sea porque todo hablaba acerca de ella, acerca de nosotros…

“El mar tranquilo, mueve sus olas pasivo.

Pregunto entonces qué hora es, para responderme

El atardecer hermoso, todo lo vuelve tranquilo

Es la hora tan esperada de amarme”.

Longevo rato lo pasábamos, en esa banquita, a veces hasta frazada llevábamos por lo tarde que regresábamos a casa, el mar tan concordante sonaba, ella escuchándome atenta y yo viéndole a los ojos que se deslumbraban como el Sol mismo, qué más yo puedo pedirle a la vida si ya le tenía, estabas con tu cabeza cálida sobre mi hombro, ese día como todos los anteriores y como hubieran sido los posteriores, deseoso de saber qué hora era, me dispuse a preguntarte “¿Qué hora es?

Pero no hubo respuesta, y mis ojos vieron con tormentoso dolor que su tiempo le había ya dejado, su vida le ha dejado, y ella a mí también me ha abandonado.

Ya no sabría nunca más que hora es…

V

3 años de no saber jamás la hora que era, dolor profundo junto con soledad como mi nueva compañera, tan callada y tan inútil, amor mío te doy todo mi tiempo con tal de que regreses, eclipse total de mi mente, le enterraron en tu lugar favorito de la playa pero me es imposible ver su lápida, por eso desde hace 3 años que calculando inciertamente la hora, vengo todas las tardes a la banquita, a nuestra banquita a leer, a leerle al viento que me responde con escalofríos, a escribir, a escribirle al mar que me contesta en olas, a componer, a componerle poesía a mi vida que me replica con lagunas mentales, con recuerdos que no se pueden hacer realidad, con dolor que se siente, con añoranza que crece y crece y algún día habrá de explotar.

Pero hoy que yo estoy aquí escribiendo esto es porque en la banquita encontré su reloj, lo tomo con mucha añoranza y cuidado, se forma en mi garganta un nudo, a arder mi corazón empieza, y las lágrimas empiezan a brotar, lo tomo y me lo llevo al corazón roto y el sonido del mar, de las aves, del viento, de las olas se sincronizan con mi corazón, tomo mi tiempo para disfrutar tal magia que solo tú sabes hacer, me siento a leerte, a escribirte en la libreta enorme de mi cabeza, te recito un poema, que siento lo has escuchado por el calor infundido dentro de mí, ya es tarde.

Me siento exhausto, pero donde yo me encuentro es más que paz, es cálido, reconfortante, hermoso, es vivir bien, es el mar y sus tranquilizadoras olas, el tiempo corre medido por las manecillas de tu reloj, tarde hermosa en todos sus degradados colores; de azul a anaranjado, de amarillo a violeta, se vuelve noche.

El viento, el mar y la vida finalmente terminaron su mutismo y me preguntan ¿Qué hora es?

Y cansado, entrecerrando los ojos, te siento a mi lado, dejo reposar mi cálida cabeza sobre tu pecho, y a modo de tartamudeo dificultado por el cansancio, te pregunto

¿Qué hora es? Me respondes que “es la hora de amarme”.

Le respondo con mi último halito de vida, al viento que es la hora de amarla y que ya voy con ella, el viento entendió y me dejo siguiendo su paso, el mar entendió y siguió meciendo sus olas, mi vida entendió y me dejaron ir a donde estabas tú.

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Un Corazón Inerte

La chimenea crepitaba bañada con una luz tenue, opacada por las nubes, el cantar de los grillos saltado en los pétreos, contuvo el hálito por unos segundos, verle recostada la mesalina en la otomana, la piel le erizaba verla perpleja absorta en un abismo de inmortales, deseaba perturbar esas quimeras, traerla consigo; el suave aroma del té burbujea en el samovar, sigilosamente cruzo el umbral de su alcoba, los sonidos sus pies descalzos, no inquietaron su inmaculado trance. El goteo de sus alas resonaba como derbake, idílico; la roso con una rosa negra que exteriorizo, diserto; se inclinó en una plegaria.

—Bastos años, constipado por la desolación, embriagarme en el rococó de tu neroniana vanidad; he vuelto, a fustigar me a las cadenas de tu inmensurable belleza, vacío… E inerte… Musa de mi poesía, venus de las tinieblas, virgen de la luna, evoca mi nombre, vierte el néctar de esta ánfora de arcilla inerte.

—Paroxismo señor ¡Que osas en desvelar mis sueños!, canta música, que el oído agudo se despierta, deleitarse de sus plegarias, el negro corazón que lleva ausente, es símbolo de los ojos cabizbajos de un cuervo, brillan como la sangre desatada de sus presas paralizadas. Señalo un baúl encima del tocador ovalado, forrado en piel, decoraba unas adelfas, abrió el broche en luna menguante, le cedió un corazón lúgubre, agradecido le beso las manos; hizo una incisión, introdujo el corazón, abatido hundió su cabeza en el regazo de ella, no contuvo el dolor de regar su muselina, le aceleraba el corazón, su agitación se volcaba en el cantar de la noche.

—Aun pétreo… Ambulabas en mí pensamientos, ahora vivo en tu dulce aroma —lo acaricio, quitando los vendajes de su rostro, sus ojos azules cerúleos flameaban iluminando una cueva en el fondo de la tierra—.

—¿Cómo fueron los años de infortunios en el averno? Que fue del noble caballero que desbordo de emociones… Ahogando en mareas monstruosas, los días florecieron sus capullos en la alegría de verle, pisar la tierra que abandono; la lluvia desato su llanto que no cesaba; los rayos reflejaban su silueta en las en los pasillos nunca más le vieron cruzar.

Absorto recordaba las palabras de Akarian“lo único que deseo es estar con ella” miro el ventanal, la luna olvidando el lóbrego abanico de insolación reflejaba un idílico semblante; la muselina escuchaba los tambores de guerra, los pasos de Akarian cruzándole el lumbral, el orbe requebrajo sus cimientos, los muros se cuarteaban; en el sendero del bosque una voz resonó los árboles azotados por la ráfaga; Zould la tomo entre sus brazos, los muros en un estruendo frenético se vieron abajo, trozos de orbe se desmoronaban; a los lejos, los peñascos sometidos por la algarabía desaparecían de la vista; el dulce aroma de su pudor, la envolvía en la sinfonía de la calma, sin importar que el entorno se transmutaba en una aberración. Una furia desatadora absorbió los escombros levantado una sábana de humo, el éter en sus tonos azules Prusia, ultramar se mecían en una revuelta de ira; dejando al descubierto un portal blanquezco; el sendero del bosque y su residencia reducidos a un abismo lóbrego.

—Zachariang —la voz resonó con furia, el abismo traía consigo Akarian, la luna desbordaba su euforia en un baño de sangre, verle de nuevo el orbe donde fueron separados los refugia de nuevo.

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